domingo, 22 de mayo de 2011

Traducción: The Manifesto of Mother Monster

This is The Manifesto of Mother Monster
On Goat, a Government owned alien territory in space, a birth of magnificent and magical proportions took place. But the birth was not finite, it was infinite. As the wombs numbered and the mitosis of the future began, it was perceived that this infamous moment in life is not temporal, it is eternal. And thus began the beginning of the new race-- a race within the race of humanity-- a race which bares no prejudice, no judgment, but boundless freedom. But on that same day, as the eternal mother hovered in the multi-verse, another more terrifying birth took place-- the birth of evil. And as she herself split into two, rotating in agony between two ultimate forces, the pendulum of choice began its dance. It seems easy, you imagine, to gravitate instantly and unwaveringly towards good. But she wondered, 'How can I protect something so perfect, without evil?"



Este es el Manifiesto del Mosntruo Madre
En Goat, un Gobierno poseedor de territorio alienígena en el espacio, un nacimiento de magníficas y mágicas proporciones tuvo lugar. Pero el nacimiento no fue finito, fue infinito. Así como los vientres se multiplicaron y la mitosis del futuro comenzó, se percibió que este momento infame en la vida no es temporal, , es eterno. Y así comenzó el nacimiento de una nueva raza -- una raza dentro de la raza de la humanidad -- una raza que no arrastra ningún projuicio ni juicio, sino libertad ilimitada. Pero ese mismo día, mientras la madre eterna se cernía en el multiverso, otro nacimiento aún más terrorífico tuvo lugar -- el nacimiento del mal. Y así como ella se dividió a sí misma en dos, rotando en agonía entre dos fuerzas finales,el péndulo de la elección comenzó su danza. Parece fácil, imagina, gravitar instantáneamente y sin vacilaciones hacia el bien. Pero ella se pregunta, '¿Cómo puedo proteger algo tan perfecto, sin maldad?'


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Hace mucho que no me meto con el idioma, pero aún así, hice lo mejor que pude para traducirles este texto, espero que les guste, que lo entiendan y que les parezce ameno ^^.
Para los que no saben, el texto aparece como intro de videoclip de Lady Gaga "Born this way".



martes, 17 de mayo de 2011

Dragones de Ciruelo

Subo algunos de los dragones del señor Ciruelo Cabral... Simplemente porque me gustan mucho, muchísimo










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El sitio oficial es dac editions está en inglés... pero se puede traducir a español sin problema...

lunes, 16 de mayo de 2011

Más fotos

Eso si... estas están sacadas con la nueva... jeje, jugando a lo bestia con el macro... =P










domingo, 15 de mayo de 2011

10 cortos de animación

Elegidos de varias páginas al azar de Youtube (Bueno, dos si los busqué)... Y están todos puestos por como los voy encontrando... n.n

"The sand castle"
 

"The dirty bird"

"The cat came back"

 "The blackfly song"

"Muzikant a Smrt" ("El músico y la muerte")

"Hasta los huesos"

"La dama y la muerte"

"Logorama" 

"Los 7 pecados capitales"

"The Sandman"

miércoles, 11 de mayo de 2011

Calidoscopio - Ray Bradbury

El primer impacto rajó la nave como si fuera un gigantesco abrelatas. Los hombres fueron arrojados al espacio, retorciéndose como una docena de peces fulgurantes. Se diseminaron en un mar oscuro mientras la nave, convertida en un millón de fragmentos, proseguía su ruta semejando un enjambre de meteoritos en busca de un sol perdido. -Barkley, Barkley, ¿dónde estás?
Voces aterrorizadas, niños perdidos en una noche fría.
-¡Woode, Woode!
-¡Capitán!
-Hollis, Hollis, aquí Stone.
-Stone, soy Hollis. ¿Dónde estás?
-¿Cómo voy a saberlo? Arriba, abajo... Estoy cayendo. ¡Dios mío, estoy cayendo!
Caían. Caían, en la madurez de sus vidas, como guijarros diminutos y plateados. Se diseminaban como piedras lanzadas por una catapulta monstruosa. Y ahora en vez de hombres eran sólo voces.
Voces de todos los tipos, incorpóreas y desapasionadas, con distintos tonos de terror y resignación.
-Nos alejamos unos de otros.
Era cierto. Hollis, rodando sobre sí mismo, sabía que lo era y, de alguna forma, lo aceptó. Se alejaban para recorrer distintos caminos y nada podría reunirles de nuevo. Vestían sus trajes espaciales, herméticamente cerrados, sus pálidos rostros ocultos tras las placas faciales. No habían tenido tiempo de acoplarse las unidades energéticas. Con ellas, habrían sido pequeños botes salvavidas flotando en el espacio. Se habrían salvado, habrían salvado a otros, habrían encontrado a todos hasta unirse para formar una isla de hombres y pensar en alguna salida. Pero ahora, sin las unidades energéticas acopladas a sus hombros, eran meteoritos alocados encaminándose hacia destinos diversos e inevitables.
Pasaron diez minutos. El terror inicial se apagó, dando paso a una calma metálica. Sus voces extrañas empezaron a entrelazarse en el espacio, un telar inmenso y oscuro, cruzándose y volviéndose a cruzar hasta formar el tejido final.
-Stone a Hollis. ¿Cuánto tiempo podremos hablar por radio?
-Depende de tu velocidad y la mía.
-Una hora, supongo.
-Algo así -dijo Hollis, pensativo y tranquilo.
-¿Qué sucedió? -preguntó Hollis al cabo de un minuto.
-El cohete estalló, eso es todo. Los cohetes estallan, ¿sabes?
-¿Hacia dónde caes?
-Creo que me estrellaré en el Sol.
-Yo en la Tierra. De vuelta a la madre Tierra a quince mil kilómetros por hora, arderé como una cerilla.
Hollis pensó en ello con una sorprendente serenidad. Le parecía estar separado de su cuerpo, viéndolo caer y caer en el espacio, con la misma tranquilidad con la que había visto caer los primeros copos de nieve de un invierno muy lejano.
Los otros guardaban silencio. Pensaban en el destino que les había llevado a esto, a caer y caer sin poder hacer nada para evitarlo. Hasta el capitán callaba, porque no había orden o plan que pudiera arreglarlo todo.
-¡Oh, esto es interminable! ¡Interminable, interminable! -exclamó una voz. ¡No quiero morir, no quiero morir! ¡Esto es interminable!
-¿Quién habla?
-No lo sé.
-Creo que es Stimson. Stimson, ¿eres tú?
-Esto es interminable y no me gusta. ¡Dios mío, no me gusta nada!
-Stimson, aquí Hollis. Stimson, ¿me oyes?
Una pausa. Seguían separándose unos de otros.
-¿Stimson?
-Sí -replicó por fin.
-Stimson, tranquilízate. Todos tenemos el mismo problema.
-No quiero estar aquí. Me gustaría estar en cualquier otro sitio.
-Hay una posibilidad de que nos encuentren.
-Si, sí, seguro -dijo Stimson-. No creo en esto, no creo que esté sucediendo realmente.
-Es una pesadilla -dijo alguien.
-¡Cállate! -ordenó Hollis.
-Ven y hazme callar -contestó la voz. Era Applegate. Se reía con toda tranquilidad, sin histeria-. Ven y hazme callar.
Por primera vez, Hollis sintió su impotencia. La cólera se adueñó de él porque en aquel momento deseaba, más que ninguna otra cosa, herir a Applegate. Había esperado muchos años para poder hacerlo..., y ahora era demasiado tarde. Applegate era únicamente una voz radiofónica.
¡Y seguían cayendo y cayendo!
Dos de los hombres se pusieron a gritar, de repente, como si acabaran de descubrir el horror de su situación. Hollis vio a uno de ellos, en una pesadilla, flotando muy cerca de él, chillando y chillando.
-¡Basta!
El hombre estaba casi al alcance de su mano. Gritaba enloquecido. Nunca se callaría. Seguiría chillando durante un millón de kilómetros, mientras se encontrara en el campo de acción de la radio. Fastidiaría a todos los demás e impediría que hablaran entre sí.
Hollis alargó la mano. Era mejor así. Hizo un último esfuerzo y tocó al hombre. Se agarró a su tobillo y fue desplazando la mano hasta llegar a la cabeza. El hombre chilló y se retorció como si estuviera ahogándose. Sus gritos llenaron el universo.
"Da lo mismo -pensó Hollis-. El Sol, la Tierra o los meteoros lo matarán igualmente. ¿Por qué no ahora?"
Hollis aplastó la placa facial del hombre con su puño metálico. Los gritos cesaron. Se apartó del cadáver y lo dejó alejarse siguiendo su propio curso, cayendo y cayendo.
Hollis y los demás seguían cayendo sin cesar en el espacio, en el interminable remolino de un terror silencioso.
-Hollis, ¿sigues ahí?
Hollis no contestó. Una oleada de calor inundó su rostro.
-Aquí Applegate otra vez.
-¿Qué hay, Applegate?
-Hablemos. No podemos hacer otra cosa.
El capitán intervino.
-Ya es suficiente. Tenemos que encontrar una solución.
-Capitán, ¿por qué no se calla?
-¿Qué?
-Ya me ha oído, capitán. No pretenda imponerme su rango, porque nos separan quince mil kilómetros y no tenemos que engañarnos. Tal como dijo Stimson, la caída es interminable.
-¡Compórtese, Applegate!
-No quiero. Esto es un motín de uno solo. No tengo una maldita cosa que perder. Su nave era mala, usted un mal capitán, y espero que se ase cuando llegue al Sol.
-¡Le ordeno que se calle!
-Adelante, vuelva a ordenarlo. -Applegate sonrió a quince mil kilómetros de distancia. El capitán no dijo nada más-. ¿Dónde estábamos, Hollis? Ah, sí, ya recuerdo. También te odio a ti. Pero tú ya lo sabes. Hace mucho tiempo que lo sabes.
Hollis, desesperado, cerró los puños.
-Quiero confesarte algo -prosiguió Applegate-. Algo que te hará feliz. Fui uno de los que votaron contra ti en la Rocket Company, hace cinco años.
Un meteorito surcó el espacio. Hollis miró hacia abajo y vio que no tenía mano izquierda. La sangre brotaba a chorros. De repente, advirtió la falta de aire en su traje. El oxígeno que conservaba en los pulmones le permitió, sin embargo, hacer un nudo a la altura de su codo izquierdo, apretando la juntura y cerrando el escape. La rapidez del suceso no le dio tiempo a sorprenderse. Ninguna cosa podía sorprenderle en aquel momento. Ya cerrado el boquete, el aire volvió a llenar el traje en un instante. Y la sangre, que había brotado con tanta facilidad, quedó comprimida cuando Hollis apretó aún más el nudo, hasta convertirlo en un torniquete.
Todo esto había sucedido en medio de un terrible silencio por parte de Hollis. Los otros hombres conversaban. Uno de ellos, Lespere, hablaba sin cesar de su mujer de Marte, de su mujer venusiana, de su mujer de Júpiter, de su dinero, sus buenos tiempos, sus borracheras, su afición al juego, su felicidad... Hablaba y hablaba, mientras todos caían. Lespere, feliz, recordaba el pasado mientras se precipitaba a la muerte.
¡Todo era tan raro! Espacio, miles de kilómetros de espacio, y voces vibrando en su centro. Ningún hombre al alcance de la vista, sólo las ondas de radio se agitaban tratando de emocionar a otros hombres.
-¿Estás enfadado, Hollis?
-No.
Y no lo estaba. Había recuperado la serenidad. Era una masa insensible, cayendo para siempre hacia ninguna parte.
-Durante toda tu vida quisiste llegar a la cumbre, Hollis. Y yo lo impedí. Siempre quisiste saber lo que había ocurrido. Bien, voté contra ti antes de que me despidieran a mí también.
-No tiene importancia.
Y no la tenía. Todo había terminado. Cuando la vida llega a su fin es como un intenso resplandor. Un instante en el que todos los prejuicios y pasiones se condensan e iluminan en el espacio, antes de que se pueda decir una sola palabra. Hubo un día feliz y otro desdichado, hubo un rostro perverso y otro bondadoso... El resplandor se apaga y se hace la oscuridad.
Hollis pensó en su pasado. Al borde de la muerte, una sola cosa le atormentaba y por ella, únicamente por ella, deseaba seguir viviendo. ¿Sentirían lo mismo sus compañeros de agonía? ¿Tendrían aquella sensación de no haber vivido nunca? ¿Pensarían, como él, que la vida surge y muere antes de poder respirar una vez? ¿Les parecería a todos tan abrupta e imposible, o sólo a él, aquí, ahora, con escasas horas para meditar?
Uno de los otros hombros estaba hablando.
-Bueno, yo viví bien. Tuve una esposa en Marte, otra en Venus y otra en Júpiter. Todas tenían dinero y se portaron muy bien conmigo. Fue maravilloso. Me emborrachaba, y hasta una vez gané veinte mil dólares en el juego.
"Pero ahora estás aquí -pensó Hollis-. Yo no tuve nada de eso. Tenía celos de ti, Lespere. En pleno trabajo envidiaba tus mujeres y tus juergas. Las mujeres me asustaban y huía al espacio, siempre deseándolas, siempre celoso de ti por tenerlas, por tu dinero, por toda la felicidad que podías conseguir con aquella vida alocada. Pero ahora se acabó todo, caemos. Ya no tengo celos de ti. Es mi final y el tuyo y todo parece no haber sucedido nunca."
Hollis levantó el rostro y gritó por la radio:
-¡Todo ha terminado, Lespere!
Silencio.
-¡Como si nunca hubiese ocurrido, Lespere!
-¿Quién habla? -preguntó Lespere temblorosamente.
-Soy Hollis.
Se sintió miserable. Era la mezquindad, la absurda mezquindad de la muerte. Applegate le había herido y él, Hollis, quería herir a otro. Applegate y el espacio le habían herido.
-Ahora estás aquí, Lespere. Todo ha terminado, como si nunca hubiera sucedido, ¿no es cierto?
-No.
-Cuando llega el final, todo parece no haber ocurrido nunca. ¿Es mejor tu vida que la mía, ahora? Antes, sí, ¿y ahora? El presente es lo que cuenta. ¿Es mejor? ¿Lo es?
-¡Sí, es mejor!
-¿Por qué?
-Porque conservo mis pensamientos, ¡porque recuerdo! -gritó Lespere, muy lejos, indignado, apretando los recuerdos a su pecho con ambas manos.
Y estaba en lo cierto. Hollis lo comprendió mientras una sensación fría como el hielo fluía por todo su cuerpo. Existían diferencias entre los recuerdos y los sueños. A él sólo le quedaban los sueños de las cosas que había deseado hacer, pero Lespere recordaba cosas hechas, consumadas. Este pensamiento empezó a desgarrar a Hollis con una precisión lenta, temblorosa.
-¿Y para qué te sirve eso? -gritó a Lespere-. ¿De qué te sirve ahora? Lo que llega a su fin ya no sirve para nada. No estás mejor que yo.
-Estoy tranquilo -contestó Lespere-. Tuve mi oportunidad. Y ahora no me vuelvo perverso, como tú.
-¿Perverso?
Hollis meditó. Nunca, en toda su vida, había sido perverso. Nunca se había atrevido a serlo. Durante muchos años debió de haber estado guardando su perversidad para una ocasión como la actual. "Perverso". La palabra martilleó en su mente. Se le saltaron las lágrimas y resbalaron por su cara.
-Cálmate, Hollis.
Alguien había escuchado su voz sofocada.
Era completamente ridículo. Tan sólo un momento antes, había estado aconsejando a otros, a Stimson... Había sentido coraje y creído que era auténtico. Pero, ahora lo comprendía, no se trataba más que de conmoción, y de la "serenidad", que puede acompañarla. Y ahora trataba de condensar toda una vida de emociones reprimidas en un intervalo de minutos.
-Sé lo que sientes, Hollis -dijo Lespere, ya a treinta mil kilómetros de distancia, con una voz cada vez más apagada-. No me has ofendido.
"Pero, ¿no somos iguales? -se preguntó un aturdido Hollis-. ¿Lespere y yo? ¿Aquí, ahora? Si algo ha terminado, ya está hecho. ¿Qué tiene de bueno, entonces? Los dos moriremos, de una forma o de otra."
Pero Hollis sabía que todo aquello era puro raciocinio. Era como intentar explicar la diferencia entre un hombre vivo y un cadáver: uno poseía una chispa, un aura, un elemento misterioso, y el otro no.
Y lo mismo ocurría con Lespere y él. Lespere había vivido enteramente, y ello le convertía ahora en un hombre diferente. Y él, Hollis, había estado muerto durante muchos años. Se acercaban a la muerte siguiendo distintos caminos y, con toda probabilidad, si existieran varios tipos de muertes, el de Lespere y el suyo serían tan diferentes como la noche y el día. La cualidad de la muerte, como la de la vida, debe ser de una variedad infinita. Y si uno ya ha muerto una vez, ¿por qué preocuparse de morir para siempre, tal como estaba muriendo él ahora?
Un momento después descubrió que su pie derecho había desaparecido. Estuvo a punto de reír. El aire por segunda vez había escapado de su traje. Se inclinó rápidamente y vio salir la sangre. El meteorito había cortado la carne y el traje hasta el tobillo. Oh, la muerte en el espacio era humorística: te despedaza poco a poco, cual tétrico e invisible carnicero. Hollis apretó la válvula de la rodilla. Sentía dolor y mareo. Luchó por no perder la conciencia, apretó más la válvula y contuvo la sangre, conservando el aire que le quedaba. Se enderezó y prosiguió su caída. No podía hacer más.
-¿Hollis?
Hollis respondió cansinamente, harto de aguardar la muerte.
-Aquí Applegate de nuevo -dijo la voz.
-Sí.
-He estado pensando, y escuchándote. Esto no va bien. Nos convierte en perversos. Es una forma de morir muy mala, nos saca toda la maldad que llevamos dentro. Hollis, ¿me escuchas?
-Sí
-Te mentí. Hace un momento. Te mentí. No voté contra ti. No sé por qué lo dije. Creo que deseaba hacerte daño. Parecías el más indicado. Siempre nos hemos peleado, Hollis. Creo que me estoy haciendo viejo de repente, arrepintiéndome. Cuando oí que tú eras un perverso me avergoncé. Es igual, quiero que sepas que yo también fui un idiota. No hay ni pizca de verdad en todo lo que dije. Y vete al infierno.
Hollis sintió que su corazón volvía a latir. Había estado parado durante cinco minutos. Ahora, todos sus miembros recuperaron el calor. La conmoción había terminado, y los sucesivos ataques de cólera, terror y soledad iban disipándose. Era un hombre recién salido de una ducha fría matutina, listo para desayunar y enfrentarse a un nuevo día.
-Gracias, Applegate.
-No hay de qué. Y anímate, bobo.
-¿Dónde está Stimson? ¿Cómo se encuentra?
-¿Stimson?
Todos escuchaban atentamente:
-Debe de haber muerto.
-No lo creo. ¡Stimson!
Volvieron a escuchar.
Y oyeron una respiración dificultosa, lejana, lenta...
-Es él. Escuchad.
-¡Stimson!
Nadie respondió.
Sólo podían oír una respiración lenta y bronca.
-No contestará.
-Ha perdido el conocimiento. Dios lo ayude.
-Es él, escuchen.
Una respiración apenas audible, el silencio.
-Está encerrado como una almeja. Encerrado en sí mismo, haciendo una perla. Considérenlo así, todo tiene su poesía. Él es más feliz que nosotros.
Stimson flotaba en la lejanía. Todas lo escucharon.
-¡Eh! -dijo Stone.
-¿Qué?
Hollis había contestado con toda su fuerza. Stone, más que ningún otro, era un buen amigo.
-Estoy entre un enjambre de meteoritos, pequeños asteroides.
-¿Meteoritos?
-Creo que es el grupo de Mirmidón, que se desplaza entre Marte y la Tierra y tarda cien años en recorrer su órbita. Me encuentro justo en el medio. Es como un calidoscopio gigante. Hay colores, formas y tamaños de todos los tipos. ¡Dios mío, qué hermoso es todo esto!
Silencio.
-Me voy con ellos -prosiguió Stone-. Me llevan con ellos. Estoy condenado. -Y se rió de buena gana.
Hollis trató de ver algo, pero sin conseguirlo. Allí sólo había las grandes joyas del espacio, los diamantes, los zafiros, las nieblas de esmeraldas y las tintas de terciopelo del espacio, y la voz de Dios confundiéndose entre los resplandores cristalinos. Era algo increíble y maravilloso pensar en Stone acompañando al enjambre de meteoritos. Iría más allá de Marte y volvería a la Tierra cada cinco años. Entraría y saldría de las órbitas de los planetas durante las siguientes miles y miles de años. Stone y el enjambre de Mirmidón, eternos e infinitos, girarían y se modelarían como los colores del calidoscopio de un niño cuando éste levanta el tubo hacia el sol y lo va girando.
-Adiós, Hollis. -La voz de Stone, ya muy debilitada-. Adiós.
-Buena suerte -gritó Hollis, a cincuenta mil kilómetros de distancia.
-No te hagas el gracioso -dijo Stone.
Silencio. Las estrellas se unían más y más entre ellas.
Todas las voces iban apagándose. Todas y cada una seguían su propia ruta; unas hacia el Sol, otras hacia el espacio remoto. Como el mismo Hollis. Miró hacia abajo. Él, y sólo él, volvía solitario a la Tierra.
-Adiós.
-Tómatelo con calma.
-Adiós, Hollis -dijo Applegate.
Adioses innumerables, despedidas breves. El gran cerebro, extraviado, se desintegraba. Los componentes de aquel cerebro, que habían trabajado con eficiencia y perfección dentro de la caja craneal de la nave espacial, cuando ésta aún surcaba el espacio, morían uno a uno. Todo el significado de sus vidas saltaba hecho añicos. Igual que el cuerpo muere cuando el cerebro deja de funcionar, el espíritu de la nave, todo el tiempo que habían pasado juntos, lo que los unos significaban para los otros, todo eso moría. Applegate ya no era más que un dedo arrancado del cuerpo paterno, ya nunca más sería motivo de desprecio o intrigas. El cerebro había estallado y sus fragmentos inútiles, faltos de misión que cumplir, se desperdigaban. Las voces desaparecieron y el espacio quedó en silencio. Hollis estaba solo, cayendo.
Todos estaban solos. Sus voces se habían desvanecido como los ecos de palabras divinas vibrando en el cielo estrellado. El capitán marchaba hacia el Sol. Stone se alejaba entre la nube de meteoritos, y Stimson, encerrado en sí mismo. Applegate iba hacia Plutón. Smith, Turner, Underwood... Los restos del calidoscopio, las piezas de lo que otrora fue algo coherente, se esparcían por el espacio.
"¿Y yo? -pensó Hollis-. ¿Qué puedo hacer?. ¿Puedo hacer algo para compensar una vida terrible y vacía? Si pudiera hacer algo para reparar la mezquindad de todos estos años, el absurdo del que ni siquiera me daba cuenta... Pero no hay nadie aquí. Estoy solo. ¿Cómo hacer algo que valga la pena cuando se está solo? Es imposible. Mañana por la noche me estrellaré contra la atmósfera de la Tierra. Arderé, y mis cenizas se esparcirán por todos los continentes. Seré útil. Sólo un poco, pero las cenizas son cenizas y se mezclarán con la tierra."
Caía rápidamente, como una bala, como un guijarro, como una pesa metálica. Sereno, ni triste ni feliz... Lo único que deseaba, cuando todos los demás se habían ido, era hacer algo válido, algo que sólo él sabría.
"Cuando entre en la atmósfera, arderé como un meteoro."
-Me pregunto si alguien me verá -dijo en voz alta.
Desde un camino, un niño alzó la vista hacia el cielo.
-¡Mira, mamá! ¡Mira! -gritó-. ¡Una estrella fugaz!
La estrella blanca, resplandeciente, caía en el polvoriento cielo de Illinois.
-Pide un deseo -dijo la madre del niño-. Pide un deseo.

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Bueno, a falta de algo que tenía ganas de subir busqué este cuento de Ray Bradbury, espero que les haya emocionado y  gustado tanto como a mi... A si, este lo copié de http://www.ciudadseva.com/

miércoles, 4 de mayo de 2011

Fotos copadas que saqué

En algún momento... de vacaciones, en casa, dando vueltas por la ciudad... Siempre se encuentran momentos interesantes para inmortalizar... La cosa es estar preparado... ^^













De mis primeras incursiones exitosas con el Photoshop...

Sobre dos dibujos que había hecho hace ya bastante tiempo (copiando, obvio), intentos exitosos con Photoshop, de hace un tiempo...





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Ya voy a subir más.... a ver que encuentro... ^^

domingo, 1 de mayo de 2011

Batman - Dead end

Vieron que uno sabe que existen las cosas, pero cuando se llega a un lugar donde se las puede buscar bien tranqui, uno se olvida.
Y después llega el momento, en que la cosa te aparece en el mismo link que justo estás leyendo (o leacheando, por mi parte) y te sorprende como un baldazo de agua... jejeje


Pequeña selección de cuantos de Leo Maslíah

EL VIGILANTE NOCTURNO
 El vigilante nocturno está siempre ahí. Silencioso. Invisible. Oculto tras un acolumna o un poste, cuando un violador acorrala a su víctima en un callejón, él está ahí, vigilando. Él lo ve todo. Observa a los malvivientes que están al acecho en las garitas donde los transeúntes trasnochados van a esperar un ómnibus que nunca llegará. El vigilante nocturno está ahí cuando un ratero imberbe arrebata la cartera a la anciana que sale a las tres de la mañana del cajero automático. El vigilante nocturno observa también, desde la ventana de un bar clausurado por el departamento de Sanidad, o desde la rama de un árbol oscuro, a los pòlicías corruptos, que venden su alma al diablodisfrazado de niño en edad escolar que pide ayuda para cruzar la calle. Desde el interior de la alcantarillas, en cuanquier punto del sistema de saneamiento, el vigilante nocturno oye al proxeneta que instruye a su prostituta de la forma correcta de pararse en la esquina. También está agazapado en las banquinas de las carreteras, mirando qué agente de tránsito negocia la eliminación de una multa impuesta, a cambio de una dádiva secreta. El vigilante nocturno está atento a todo. No se le escapa nada. Su ojo ubicuo conoce todas las mañas de los despojos humanos con que la sociedad se autoflagela. Él conoce a todos, a los que pasaron por la carcel y a los que todavía no tienen antecedentes en los archivos de la policía, pero los tienen, si, en los cadáveres o en las cajas fuertes de quienes fueron sus víctimas desprevenidas. Allí donde se esté cometiendo un abuso o los derechos de un ciudadano estén siendo avasallados, el vigilante nocturno está presente. Ve todo, oye todo, sabe todo. (Pero no hace nada.)


DECIRES (fragmento de la pieza teatral "Tres idiotas en busca de una imbecil")

 El otro día mi mujer me dijo algo que no me gustó. Me dijo que yo la había dicho una cosa que yo jamás le diría, ni a ella ni a nadie. Porque yo lo que le había dicho era otra cosa, yo le había dicho "decime: qué fue lo que te dije, yo. ¿Me decís, lo que te dije?". Y yo no me acordaba lo que le había dicho, pero ella se pensó que yo se lo decía como reproche, y entonces me dijo "¡qué decís!¡pero escuché un poquito lo que estás diciendo!". Entonces yo le dije "y qué te estoy diciendo, si no te dije nada". Y ella se quedó muda, sin decir nada. A lo que yo le dije "decime algo, por favor". Ella siguió callada y yo le dije "no me digas que no vas a decir más nada". Y ella no dijo que no fuera a decir más nada, pero tampoco dijo nada más. Y yo le pregunté "¿no decís nada?". Y como no decía nada, le dije "qué te dije: te dije, que no ibas a decir nada". Y ahñi ella me dijo que no iba a decir más nada que lo que estaba diciendo en ese momento. Y yo, escéptico, le doje "no me digas". Y ella me lo dijo de nuevo. Entonces yo le dije que ella, al decir de nuevo que no iba a decir nada, se estaba contradiciendo, y ella me dijo "por qué, qué dije". Y yo le dije lo ella había dicho, pero ella pensó que eso era algo que yo le estabadiciendo a ella y me dijo cosas que a mi nadie me puede decir. Yo, para asegurarme de lo que había dicho, le dije "qué querés decir". Y ella, con otras palabras, me dijo lo mismo. Y enseguida me dijo también "¿ves, como no me contradigo? Tedije lo mismo que te había dicho recién". Y yo le dije "pero decime una cosa: ¿qué estás diciendo? Porque con eso no me decís nada". "Entonces si ya sabés lo que te digo no me preguntes qué te dije", me dijo ella. Y yo le dije que no me dijera eso. Ella me dijo que bueno, que me iba a decir otra cosa. Y entonces fue que me dijo algo que no me gustó. Pero yo no se lo dije. Me guardé de decírselo, por una cuestión de ... no sé... cómo te puedo decir. Es que hay cosas que no se dicen. Yo digo, ¿no? Digo yo, no sé. Sé que hay un dicho, para decir esto, peroyo no le sé decir. Qué querés que te diga.


LA DESCRIPCIÓN (una aventura de Frady Sosur, detective idiomático)

 -Todas las unidades diríjanse a la intersección de Tompkinson con la Cuarta Avenida -dijo con voz de marimacho la radio de la parulla-. En la tintorería de la esquina hay un hombre con la descripción de Nolan.
 -Quién es Nolan -preguntó el sargento Craft mientras encendía el motor, luego de arrojar a la vía pública el vaso de pléstico que durante los últimos qince minutos lo había abastecido de café rancio y frío.
 -Es el enemigo público número dos -contestó Sosur, exhibiendo su placa de policía por la ventanilla, para justificar ante el público las irregularidades en el modo de conducir del sarento, que había descubierto un interesanteatajo en la vereda-. Después del neoliberalismo económico, es el que más personas ha matado aquí en los últimos diez años.
 -Qué raro. Jamás había oido hablar de él -dijo el sargento, cortando ahora camino por una galería céntrica.
 -Quizá te suene más si te hablo de "el caeçra de nada". Así le decimos desde hace tiempo, no porque él no tenga cara, sino porque nosotros nunca se la pudimos ver. Siempre se nos escabulle.
 -Pues esta vez será diferente - dijo Craft, tanteando su revólver bajo el saco, mientras veraba por la Segunda Avenida (contando a partir de la primera).
 -Si no es una falsa alarma... -Sosur se encoguió de hombros hasta donde el cinturón de seguridad se lo permitió.
 Ni bien llegaron a la Cuarta y Tomkinson, el sargento Craft sacó su arma y, saltando del auto, se metió en la tintorería. Sosur fue tras él, tratando de calmarlo. Pero llegó tarde: Craft ya había disparado, y sostenía todavía con sus dos manos el revólver humeante.
 -¡Qué hiciste, animal! -le gritó Sosur, viendo el cuerpo muerto del tintorero, que yacía en el fondo del local.
 -Iba a matarme, pero yo disparé anes que él. Lo freí -contestó Craft, felíz y contento-. Hasta acá llega el olor a carne quemada.
 Sosur se acercó al cadaver.
 -No iba a matarte, idiota de mierda -dijo a Craft-. Lo que tiene en la mano no es una pistola, es una plancha. El olor que sentís es porque todavía está enchufada y le está quemando la pierna. Como está muerto, no siente dolor -Sosur, apiadéndose del muerto, la sacó el artefacto de encima.
 -Está bien -aceptó Craft-, pero de todos modos usted va a cubrirme, ¿no, jefe? Lo importante e que pude abatir a Nolan. Ese truhán ya no seguirá asesinando gente.
 -¿Nolan? ¡Qué Nolan ni Nolan! - aulló Sosur, elevando las manos al cielo-. ¡Este no es Nolan, pedazo de gil de goma!
 -Pero... la radio dijo...
 -¿Acaso no entendés el castellano? ¡La radio dijo que acá había un hombre con la descripción de Nolan! ¡Este pobre tintorero tenía la descripción, y nos la iba a dar! ¡Ahora que lo mataste, vamos a seguir sin saber como es!



"CARTA A UN ESCRITOR LATINOAMERICANO Y OTROS INSULTOS" - Leo Maslíah - 2000 Ediciones de la Flor