EL VIGILANTE NOCTURNO
El vigilante nocturno está siempre ahí. Silencioso. Invisible. Oculto tras un acolumna o un poste, cuando un violador acorrala a su víctima en un callejón, él está ahí, vigilando. Él lo ve todo. Observa a los malvivientes que están al acecho en las garitas donde los transeúntes trasnochados van a esperar un ómnibus que nunca llegará. El vigilante nocturno está ahí cuando un ratero imberbe arrebata la cartera a la anciana que sale a las tres de la mañana del cajero automático. El vigilante nocturno observa también, desde la ventana de un bar clausurado por el departamento de Sanidad, o desde la rama de un árbol oscuro, a los pòlicías corruptos, que venden su alma al diablodisfrazado de niño en edad escolar que pide ayuda para cruzar la calle. Desde el interior de la alcantarillas, en cuanquier punto del sistema de saneamiento, el vigilante nocturno oye al proxeneta que instruye a su prostituta de la forma correcta de pararse en la esquina. También está agazapado en las banquinas de las carreteras, mirando qué agente de tránsito negocia la eliminación de una multa impuesta, a cambio de una dádiva secreta. El vigilante nocturno está atento a todo. No se le escapa nada. Su ojo ubicuo conoce todas las mañas de los despojos humanos con que la sociedad se autoflagela. Él conoce a todos, a los que pasaron por la carcel y a los que todavía no tienen antecedentes en los archivos de la policía, pero los tienen, si, en los cadáveres o en las cajas fuertes de quienes fueron sus víctimas desprevenidas. Allí donde se esté cometiendo un abuso o los derechos de un ciudadano estén siendo avasallados, el vigilante nocturno está presente. Ve todo, oye todo, sabe todo. (Pero no hace nada.)
DECIRES (fragmento de la pieza teatral "Tres idiotas en busca de una imbecil")
El otro día mi mujer me dijo algo que no me gustó. Me dijo que yo la había dicho una cosa que yo jamás le diría, ni a ella ni a nadie. Porque yo lo que le había dicho era otra cosa, yo le había dicho "decime: qué fue lo que te dije, yo. ¿Me decís, lo que te dije?". Y yo no me acordaba lo que le había dicho, pero ella se pensó que yo se lo decía como reproche, y entonces me dijo "¡qué decís!¡pero escuché un poquito lo que estás diciendo!". Entonces yo le dije "y qué te estoy diciendo, si no te dije nada". Y ella se quedó muda, sin decir nada. A lo que yo le dije "decime algo, por favor". Ella siguió callada y yo le dije "no me digas que no vas a decir más nada". Y ella no dijo que no fuera a decir más nada, pero tampoco dijo nada más. Y yo le pregunté "¿no decís nada?". Y como no decía nada, le dije "qué te dije: te dije, que no ibas a decir nada". Y ahñi ella me dijo que no iba a decir más nada que lo que estaba diciendo en ese momento. Y yo, escéptico, le doje "no me digas". Y ella me lo dijo de nuevo. Entonces yo le dije que ella, al decir de nuevo que no iba a decir nada, se estaba contradiciendo, y ella me dijo "por qué, qué dije". Y yo le dije lo ella había dicho, pero ella pensó que eso era algo que yo le estabadiciendo a ella y me dijo cosas que a mi nadie me puede decir. Yo, para asegurarme de lo que había dicho, le dije "qué querés decir". Y ella, con otras palabras, me dijo lo mismo. Y enseguida me dijo también "¿ves, como no me contradigo? Tedije lo mismo que te había dicho recién". Y yo le dije "pero decime una cosa: ¿qué estás diciendo? Porque con eso no me decís nada". "Entonces si ya sabés lo que te digo no me preguntes qué te dije", me dijo ella. Y yo le dije que no me dijera eso. Ella me dijo que bueno, que me iba a decir otra cosa. Y entonces fue que me dijo algo que no me gustó. Pero yo no se lo dije. Me guardé de decírselo, por una cuestión de ... no sé... cómo te puedo decir. Es que hay cosas que no se dicen. Yo digo, ¿no? Digo yo, no sé. Sé que hay un dicho, para decir esto, peroyo no le sé decir. Qué querés que te diga.
LA DESCRIPCIÓN (una aventura de Frady Sosur, detective idiomático)
-Todas las unidades diríjanse a la intersección de Tompkinson con la Cuarta Avenida -dijo con voz de marimacho la radio de la parulla-. En la tintorería de la esquina hay un hombre con la descripción de Nolan.
-Quién es Nolan -preguntó el sargento Craft mientras encendía el motor, luego de arrojar a la vía pública el vaso de pléstico que durante los últimos qince minutos lo había abastecido de café rancio y frío.
-Es el enemigo público número dos -contestó Sosur, exhibiendo su placa de policía por la ventanilla, para justificar ante el público las irregularidades en el modo de conducir del sarento, que había descubierto un interesanteatajo en la vereda-. Después del neoliberalismo económico, es el que más personas ha matado aquí en los últimos diez años.
-Qué raro. Jamás había oido hablar de él -dijo el sargento, cortando ahora camino por una galería céntrica.
-Quizá te suene más si te hablo de "el caeçra de nada". Así le decimos desde hace tiempo, no porque él no tenga cara, sino porque nosotros nunca se la pudimos ver. Siempre se nos escabulle.
-Pues esta vez será diferente - dijo Craft, tanteando su revólver bajo el saco, mientras veraba por la Segunda Avenida (contando a partir de la primera).
-Si no es una falsa alarma... -Sosur se encoguió de hombros hasta donde el cinturón de seguridad se lo permitió.
Ni bien llegaron a la Cuarta y Tomkinson, el sargento Craft sacó su arma y, saltando del auto, se metió en la tintorería. Sosur fue tras él, tratando de calmarlo. Pero llegó tarde: Craft ya había disparado, y sostenía todavía con sus dos manos el revólver humeante.
-¡Qué hiciste, animal! -le gritó Sosur, viendo el cuerpo muerto del tintorero, que yacía en el fondo del local.
-Iba a matarme, pero yo disparé anes que él. Lo freí -contestó Craft, felíz y contento-. Hasta acá llega el olor a carne quemada.
Sosur se acercó al cadaver.
-No iba a matarte, idiota de mierda -dijo a Craft-. Lo que tiene en la mano no es una pistola, es una plancha. El olor que sentís es porque todavía está enchufada y le está quemando la pierna. Como está muerto, no siente dolor -Sosur, apiadéndose del muerto, la sacó el artefacto de encima.
-Está bien -aceptó Craft-, pero de todos modos usted va a cubrirme, ¿no, jefe? Lo importante e que pude abatir a Nolan. Ese truhán ya no seguirá asesinando gente.
-¿Nolan? ¡Qué Nolan ni Nolan! - aulló Sosur, elevando las manos al cielo-. ¡Este no es Nolan, pedazo de gil de goma!
-Pero... la radio dijo...
-¿Acaso no entendés el castellano? ¡La radio dijo que acá había un hombre con la descripción de Nolan! ¡Este pobre tintorero tenía la descripción, y nos la iba a dar! ¡Ahora que lo mataste, vamos a seguir sin saber como es!
"CARTA A UN ESCRITOR LATINOAMERICANO Y OTROS INSULTOS" - Leo Maslíah - 2000 Ediciones de la Flor